Sobre el maravilloso olor a papel de los libros impresos

Cada vez que se habla de la lectura digital, aparece alguien con el mismo argumento: «el maravilloso olor a papel que tienen los libros» y al que, por lo visto, no estamos dispuestos a renunciar por nada del mundo.  De pronto todo lo demás parece secundario: la calidad literaria, la encuadernación, el peso, el volumen…  Nada puede con la mística del olor. Y con el aporte olfativo, la posición más favorable al libro digital queda desbancada. Nadie puede luchar con argumentos contra el olfato.

mantén la calma y olfatea libros

Sin embargo, seamos sinceros. Antes de la irrupción de la lectura digital, ¿a usted le preocupaba el olor a papel? Al recomendar libros a sus amigos, ¿les decía que prefería tal o cual título porque olía mejor?

No, lo del olor a papel tiene toda la pinta de ser un argumento creado ad hoc para zanjar la incómoda necesidad de posicionarse frente al libro digital. Pero en Seebook nos hemos propuesto derribar ese mito. Y es que el olor a papel de los libros impresos, sencillamente, no existe.  ¿No se lo creen? Vamos a analizarlo:

Hubo en el pasado un tiempo maravilloso en el que no había semáforos y los libros olían. En aquel entonces, las librerías y bibliotecas desprendían un intenso olor a tinta (que los empleados consideraban, por cierto, más bien desagradable). Y cuando hoy entramos en algún establecimiento con libros antiguos, seguimos percibiendo ese olor característico que el malvado ebook nos ha enseñado a apreciar. Pero en una librería con libros nuevos sólo huele la ilusión olfativa que nos genera nuestra engañada memoria.

Hace unos años lo explicó en una visita a Barcelona el editor alemán Gerhard Steidl, posiblemente el único editor europeo que todavía trabaja con imprenta propia, como en tiempos del Quijote. (Aunque así trabajaron los editores también en España hasta que José Manuel Lara, el fundador de Planeta, dijo en los años sesenta aquello de “en mi editorial no quiero más máquinas que las de escribir»; hasta entonces al editor sin imprenta se le consideraba un arribista. Y no se precipite ahora, querido lector, en sus conclusiones…).

Actualmente, además de seguir imprimiendo en exclusiva todas las obras de Günter Grass, Steidl se dedica sobre todo a imprimir libros de artista en cuidadísimas ediciones que, si están en Barcelona, pueden olfatear y comprar en la sede del Círculo del Arte. Pues bien, Steidl explicó que el olor a libro impreso procede de los aceites naturales que es preciso mezclar con las tintas a fin de proporcionarles la untuosidad más adecuada para optimizar la impresión. Esos aceites podían llegar a desprender un olor muy intenso, sobre todo si el libro estaba recién impreso, aunque sigue siendo levemente perceptible en ejemplares viejos impresos con tipos móviles. Por eso las bibliotecas con volúmenes antiguos siguen oliendo a libro.

Pero ese tipo de tintas tardaba en secar y era preciso airear los pliegos antes de encuadernarlos para evitar que se mancharan. Con la modernización y abaratamiento de los procesos de impresión se encontró el modo de acelerar el proceso cubriendo con una fina capa de laca de dispersión los pliegos entintados. De este modo se les podía dar la vuelta de inmediato e imprimirlos por la otra cara. Esta fina laca procede de la industria del embalaje de productos alimenticios y, por tanto, no sólo es inodora por sí misma, sino que además cubre y anula el olor característico de los aceites vegetales de la tinta cuando los absorbe la fibra de papel.

En definitiva: aunque su memoria olfativa le diga que sí, los libros impresos hace tiempo que ya no huelen.

Afortunadamente, el mismo Steidl ha encontrado una solución: junto con la perfumista Geza Schön ha desarrollado Paper Passion, un perfume inspirado en el olor a tinta para cuya creación fue preciso olfatear incontables muestras de papel impreso. Si es usted un lector a la antigua, seguro que también le entusiasma el envoltorio:

Cómo hacer que huela un libro de papel

Como curiosidad, sepa que este libro-perfume tiene su propio isbn: 978-3-86930-501-1. Todo un desafío a la pregunta de qué es en realidad un libro.

En Seebook nos habíamos propuesto aplicar unas gotas de esta esencia en cada una de nuestras tarjetas de descarga de libros digitales antes de embolsarlas. Así habríamos podido titular este post «Los libros impresos ya no huelen a papel, pero nuestros ebooks sí». De momento nos lo han impedido dos aspectos: el precio del producto (85,- euros) y la circunstancia de que la tirada completa esté agotada y aún no sepamos si va a haber reedición. ¡Siga este blog y le mantendremos informado!